Si no existieran
ni el “ay” ni el suspiro,
los latidos y la sangre
serían las cuerdas que sujetan
las locuras del querer.
(Respuesta a un poema japonés de autor desconocido)

Si no existieran
ni el “ay” ni el suspiro,
los latidos y la sangre
serían las cuerdas que sujetan
las locuras del querer.
La flor de loto
guardiana de la joya
sobre el silencio
¿Quién turbará su paz
y robará el tesoro?
En mi camino
Me vestiré de carmín
Voy sin paraguas
¿Aún sigue lloviendo
sobre el suelo mojado?
“Surtido de versos y ventisca,
valor en abrazos y hojarasca,
¿Donde permanece mi frío,
si es verano en tus ojos?”
Surtes los versos
en ráfagas sin valor.
Entre tus brazos
vuela la hojarasca.
Sigue haciendo frío en mis ojos.
Se ahoga el sol
bajo las aguas del Leteo.
¿Por qué tú, sombra,
recitas alabanzas
a este corazón muerto?
«Se ahoga el sol
en las aguas del Leteo.
Porque el amor inefable, sombra,
despierta el corazón muerto».
“Y si en tu nombre me pierdo,
fulgores
desde un tiempo inmemorial,
¿Es la pasión la que circunda
una noche de invierno?”
Y si en tu nombre me pierdo,
temblores infinitos
de un tiempo inmemorial.
Es el silencio que circunda
esta noche de invierno.
El tiempo se va
nuestro amor ya no es ciego
el río suena
¿Es este realmente
el último poema?
En el fin del mundo
el río de la vida
se cubre de niebla
¿En cual de sus remansos
sumergirás los pies?
Aúlla el lobo
confuso en el incendio.
Se queda solo,
cuidando las cenizas.
¿A quién clama furioso?
Trae el suave viento
hasta el jardín la ausencia
un breve dolor
esperanza inconsciente
vida, amor y muerte.