En mi decrépito jardín
con el temblor de la muerte
resisto.
Bajo la losa del tiempo
las sombras desnudas
se llevan tus huesos de sal.
La lluvia me limpia la sangre
si tu silencio desgarra la herida.
Yo que he dejado de ser
aún te espero
en la cadencia del verbo equivocado.
