Si no existieran
ni el “ay” ni el suspiro,
los latidos y la sangre
serían las cuerdas que sujetan
las locuras del querer.
(Respuesta a un poema japonés de autor desconocido)

Si no existieran
ni el “ay” ni el suspiro,
los latidos y la sangre
serían las cuerdas que sujetan
las locuras del querer.