Esperó largo tiempo que volviera lo que se fue: las cartas amarillas de certezas oxidadas, el papel triste y rasgado por la tinta que se cansó de llorar, el fuego de su pelo y las piernas abiertas, vestidas con las medias que él le solía quitar… Pero lo único que volvía era el viento, que rozaba sus senos desnudos y avivaba el ardor de su alma.
(La toilette, Henri de Toulouse-Lautrec, 1896)