¿Quién me explica a mí este juego?
La historia nos habla de vidas que no viviremos.
Hay días que nos vamos y no sabemos por dónde volver.
Se tornan negros los caminos
y nos condenan a la eterna búsqueda de algún punto de luz.
Días en los que es difícil volver:
volver a mirar las luces,
volver a vivir en las sombras,
cuando la imaginación gobierna el mundo
y las nostalgias se curan con verbos.
Dicen que lo bello es extraño
y aun así viajamos para encontrarlo
en cada esquina, en cada charco, en cada farola, en cada mar.
Vuelan las estrellas y no sabemos dónde van,
y aun así les contamos secretos.
Pero nunca tendremos a quien regalar esa luz,
nunca podrá pertenecer a nadie esa claridad.
Buscamos ángeles en los cuadros, en los poemas, en una canción
allí donde aun pueden estar aquellos que ya se han ido.
La timidez del adolescente se esfuma,
un gato negro nos mira,
una niña se come las uñas,
caen bombas en las calles de Alepo
y para no aceptar la realidad dormimos.
Insistimos en llamarlo dolor de corazón
cuando lo que duele es el ser.
El amor sufre en silencio
y lo único que nos queda es convertir la propia vida en obra de arte,
en trozos de infinito y memoria de objetos:
escaleras de madera, barcos de papel, libros prohibidos…
O morir aplastados por una lágrima,
sin la capacidad de descubrir ni de entender el asombro y la entrega…
Y a mí ¿quién me puede explicar estos versos?
En la cesta del mendigo hay un papel que reza
“Pide un deseo por favor”.